Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. (Marcos 16.15)
Si estamos verdaderamente entusiasmados con nuestra Salvación, y tenemos amigos, podemos suponer ingenuamente que no tendremos ningún problema en evangelizarlos. Sin embargo, la experiencia nos muestra lo contrario. A veces, tratamos de evangelizar, esperando una gran respuesta, y fallamos miserablemente. La motivación que hemos alimentado nos impulsa a llevar el mensaje a la primera persona que nos encontramos en la calle. Pero actuamos torpemente y todo nos sale mal. La situación es tan incómoda, que nos alejamos sintiéndonos totalmente ineptos. Para colmo, la pobre víctima de nuestra actitud impertinente (porque puede ser así) se asegura evitarnos en un futuro. O al menos, decide salir corriendo ante el más mínimo indicio de que se acerca una discusión sobre la religión,
En cuanto a nosotros, nos lamentamos por nuestra derrota y pensamos: “¡No quiero volver a ver a esa persona nunca más en la vida!” Y ahí, justo en ese preciso momento, decidimos jubilarnos de nuestro brevísimo ministerio de evangelismo personal y conformarnos con alguna tarea menos visible. Nos ofrecemos a sellar y enviar los sobres, a pegar carteles y repartir himnarios. “Alguien más puede hablarle a la gente de Jesús. Miguel, por ejemplo. A ese sí que le encanta hablar. ¡Debe tener un don especial!”
El problema está claro. Es evidente que muchos de nosotros necesitamos aprender a a dar testimonio de una manera clara y atractiva de la obra que nuestro Señor Jesucristo ha realizado en nosotros.
SIGAMOS EL EJEMPLO DE JESÚS
Cuando estudiamos la vida de nuestro Señor y observamos sus encuentros individuales con distintas personas podemos aprender mucho sobre cómo testificar y cómo relacionarnos con la gente. Más que nada, vemos su preocupación incansable por comunicar su mensaje y que los demás lo escucharan. Para descubrir una forma clara y efectiva de evangelizar vamos a centrarnos en el encuentro del Señor Jesús con la mujer en el pozo de Sicar, en Samaria, tal como nos lo narra Juan 4. Podemos descubrir algunos principios prácticos a seguir en nuestra tarea como embajadores. Espero que podamos reflexionar sobre cómo aplicar estos principios. Para descubrir el primer principio, veamos cómo comienza Jesús.
1. Ser sociable
“Cuando el Señor entendió que los fariseos habían oído decir: Jesús hace y bautiza más discípulos que Juan (aunque Jesús no bautizaba, sino sus discípulos), salió de Judea y se fue otra vez a Galilea. Y le era necesario pasar por Samaria. Vino, pues, a una ciudad de Samaria llamada Sicar, junto a la heredad que Jacob dio a su hijo José. Y estaba allí el pozo de Jacob. Entonces Jesús, cansado del camino, se sentó así junto al pozo. Era como la hora sexta. Vino una mujer de Samaria a sacar agua…” (Juan 4:1–7)
El primer principio es: no debemos rehuir el contacto social con no cristianos.
Nuestro Señor se sentó en el pozo en la ciudad de Sicar en Samaria, un lugar en donde tendría contacto cara a cara con no judíos. No estaba encerrado en una burbuja; estaba, por así decirlo, en el medio de la gente.
Con la mujer del pozo y con otras personas, vemos que Jesús toma la iniciativa de acercarse a alguien.
Cuando estuvo en Samaria, Jesús hizo algo muy sorprendente para su época. En Juan 4:39–41, habló con varios de los samaritanos de Sicar que conocían a la mujer y permaneció con ellos ¡durante dos días! porque así se lo pidieron. No tuvo problemas en quedarse con los amigos y conocidos de aquella mujer. Más aún, seguro que debió haber dormido en sus camas, comido sus platos típicos, hablado con ellos hasta altas horas de la noche. Es como si un israelí hoy día se quedara con la OLP (Organización para la Liberación Palestina, una organización guerrillera enemiga del estado de Israel). ¡Era inconcebible! Pero Jesús siempre rompió barreras; rehusó a limitarse a lo que le dictara la tradición. Estas personas eran importantes, no simplemente unas cuantas estadísticas más. El versículo 41 nos dice que “creyeron muchos más por la palabra de él”.
Para contactar con los demás en una dimensión social, necesitamos salir de nuestro rumbo acostumbrado y alterar nuestros planes, como hizo Jesús con los samaritanos. Esta puede ser la única forma de derribar algunas barreras. ¿Se te ocurre una mejor manera de expresar el amor de Jesucristo y demostrar a los demás cuánto los valoramos?